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Cuando la vida de un niño es una partida de ajedrez

Actualizado 21.08.2024

Aún no ha pasado una semana completa desde la trágica muerte del pequeño Mateo, asesinado por un hijo de puta, porque eso es lo único que tenemos claro antes de que acabe la investigación. Cualquier ser humano, si es que merece ser considerado uno de nosotros, que asesine de once puñaladas a un niño de diez años, es un monstruo, un hijo de mala madre sin derecho alguno  a compartir el aire qe respiramos. Pero eso es mi apreciación personal, la apreciación personal de una persona que ha preferido aguardar acontecimientos, sin lanzar noticias  basadas en expericias pasadas. 

Esta mañana, he visto al portavoz de la familia lamentando entre sollozos la crueldad de las redes sociales, donde critican que pareciera más entero cuando contaba el atroz asesinato de un familiar, de un niño de su familia, que cuando le han sugerido que casi se alegra de que el asesino no sea uno de esos seres de luz a los que ayuda de corazón. Yo no lo conozco, ni creo que lo vaya a conocer nunca, pero si es cierto que me extraño la entereza, la fialdad diría, con la que el protavoz familiar hablaba de la muerte de un niño, como me ha extrañado la melancolía con la que trata el exceso de estupidez de unos cuantos.

Es triste que unos y otros hayan usado la muerte de Mateo como arma arrojadiza, es muy triste que esa basura en la que hemos convertido las diferencias políticas estén muy por encima de la sensibilidad humana, de la más mínima empatía.

Hoy, los que ponían el grito en el cielo cuando desde algunas cuentas fake se insinuaba la relación entre los  menas recién llegados y la muerte de Mateo, se han apresurado a señalar a la familia del presunto asesino de ser ultracatólica, como si por si solo eso pudiera considerarse un delito, acusan al padre del presunto asesino de ser un anti vacunas, dejando caer entre líneas que eso lo justifica todo.

Unos y otros han dejado claro que pertenecen al escalafón más cercano al mono, algunos sin haber superado la transición todavía. A todos se les olvida que ha muerto un niño porque, este si, es un niño. Poco importa si al asesino era blamco o negro, rubio o moreno. Lo único cierto, es que se trata de un hijo de puta.